Cuando tenía 3 años mi abuela me contó una cosa.
Era un historia sobre cómo a su hermano le habían rodeado unos lobos.
Serían los años 30 y él era un chaval.
Se había retrasado haciendo los encargos que le habían mandando y se le hizo de noche. Así que para llegar antes a casa, tomó un atajo por medio del bosque.
Lo sé, suena a Caperucita, pero un poco sí que se le parece.
Cuando ya no le faltaba mucho para llegar a casa vio un lobo, así que apuró el paso intentando dejarlo atrás.
Empezó a escuchar aullidos que poco a poco se iban acercando.
Sabía que la cosa no iba bien.
Apuró más el paso pero de repente tenía a tres lobos siguiéndole entre los árboles.
No tenía muchas opciones: luchar o huir.
Son las opciones que nos da la naturaleza.
Un chaval contra tres lobos era una batalla perdida, pero correr tampoco era buena idea.
Cogió un palo y siguió caminando, haciendo mucho ruido para parecer más de lo que era.
Por suerte estaba cerca de casa y consiguió llegar.
Pero el miedo de aquel día no se lo quita nadie.
Y a mí tampoco.
Me fui a cama pensando en aquello.
3 años. Dormía sola en la primera habitación de la casa.
Estuve toda la noche viendo los ojos de aquel primer lobo.
Viendo cómo rompía la puerta de casa y subía las escaleras. Se adentraba en mi habitación y me cogía por un pie.
Toda la noche bajo las mantas con la cabeza tapada para que no supiese que estaba allí.
Las historias pueden hacernos sentir muchas cosas. Cuando sientes algo, eso no se te olvida, aunque tengas 3 años.
Emociona a tus clientes, hazles sentir cosas, hazles ver lo que estás diciendo y estarás en su mente siempre.
¿Fácil? ¿Difícil?
Bueno, si mi abuela sabía hacerlo sin saber ni leer ni escribir…
Si quieres usar las historias incluso mejor que mi abuela, lo mismo te interesa la formación del martes. Veremos en qué punto de un texto utilizar una historia para entrar en la mente de tu público y por qué.
Eso será aquí:
Lorena S.
PD: Fecha límite para recibirla: el lunes.