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Por qué escribir mal a propósito como un barista de Starbucks

Lo voy a contar.

Hace unos cuantos emails compartí las palabras de un suscriptor que se quejaba por mi ortografía.

Y mencioné que algunas de esos errores eran por despistes, pero que otros eran deliberados.

Entonces una chica me envió un email para decirme que tenía mucha curiosidad por saber porque cometía esos errores deliberados.

Le prometí que lo contaría y a eso voy.

Verás.

No soy mucho de ir a cadenas como Starbucks, pero he ido en dos ocasiones.

Una porque necesitaba ir al baño.

Otra por curiosidad.

Como no me gusta el café, ese es un buen lugar para tomar cualquier cosa que no sea café.

Seguro que ya lo sabes, pero cuando pides algo, te dan una «taza» de plástico o de papel y en ella escriben tu nombre para que sepas que es tu pedido.

Dicen que los baristas de Starbucks escriben mal los nombres de la gente en las tazas a propósito.

¿Por cabrear?

¿Por vacilar?

¿Por echarse unas risas?

Quizás un poco de todo. Pero hay una razón más importante.

Cuando escriben bien el nombre de alguien, no pasa nada.

Pero cuando a una tal Virginia le ponen en el vaso Vag ina, pues la tía, con su sorpresa, le saca una foto y la sube a todas sus redes sociales.

Entonces todos sus colegas saben que ̶V̶a̶g̶i̶ Virginia está en Starbucks.

A mis colegas y a mi pues nos escribieron los nombres bien, así que no subimos nada.

Pero lo otro es publicidad gratis.

Otras marcas han usado el escribir mal a propósito para llamar la atención.

Y funciona.

Yo no escribo mal a propósito en estos emails para que les saquen fotos y lo suban a redes sociales.

Pero ciertos errores llaman la atención.

Si te digo que me gusta el cocholate, la próxima vez que veas chocolate quizás te acuerdes del cocholate. O quizás no.

La cosa es que un texto que vende, no lo hace por tener una gramática y una ortografía impecable. Lo hace por otros motivos.

Esos motivos son de los que hablo el próximo martes en la formación de la membresía.

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Lorena S.

PD: He minado la mente de un amigo mío con la palabra cocholate, de tal manera que ahora no es capaz de decirlo bien sin pensarlo antes y me maldice por ello. Para el resto de trucos psicológicos, el enlace.