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El negocio en el que estaba prohibido reír

«Tengo un negocio serio, no puedo hablarle a la gente como lo haces tú.»

No tenía muy claro si me estaba insultando. 

¿No tengo un negocio serio?

¿Le hablo raro a la gente?

¿La gente que me lee no es seria?

Te mentiría si digo que le di muchas vueltas. 

El fallo no estaba en mí.

Y menos en los que me leen. 

En realidad esta persona no sabía mucho de la gente ni de la comunicación.

Ni siquiera de los negocios. 

Esta persona sabía mucho de diseñar edificios, pero no de venderlos. 

Sabía mucho de impresionar a otros que también diseñaban edificios, pero no de cómo relacionarse con las personas. 

Y sabía una burrada de materiales, pero ni idea de explicar algo sobre ellos útil para sus clientes.

Le escribí un par de textos que esperaba que me lanzará a la cara, pero que era lo que tendría que colocar en la web para que un lector entendiese de qué iba aquello.

Decidió rehacerlos con su lenguaje serio y profesional. 

Ahora la gente tiene que abrir su web y el diccionario a la vez para enterarse que la arquitectura vernácula es lo mismo que la tradicional. Y que el no-lugar en realidad sí que es un sitio.

Me da igual lo serio que sea un negocio. 

Y me da igual lo profesional que quiera aparentar ser alguien. 

Eso no se consigue utilizando palabros. 

Lo que no me da igual es que un texto me mate de sopor.

Que no diga nada. 

Que sea igual que todos. 

Si tu negocio es serio o permites que la gente se ría es cosa tuya. Pero no aburras a nadie. 

Y aplica esto en cualquier cosa que hagas. 

Pero sobretodo aplícalo en el sitio donde cuentas tu historia. 

Contar tu historia  (o la de tu negocio) y enganchar a tu cliente con ella, lo enseño el martes aquí: 

Membresía

Lorena S. 

PD: Incluyo cómo explicar lo qué haces en tu negocio para que lo entienda un niño de 6 años y que además motive a pasar por caja, respondiendo a 3 preguntas básicas. En el enlace te puedes suscribir para recibirlo.