Hace un par de años me invitaron a dar una charla en la facultad donde estudié.
Invitaban a un ex-alumno de cada carrera para que contara su experiencia después de la universidad.
Y por alguna razón me invitaron a mí, como si tuviera algo que decir.
El día anterior estaba pensando en que les iba a contar a aquellos inocentes chavales.
No quería dar un discurso deprimente en el que les hablase de que no iban a encontrar un trabajo decente ni casándose con la hija de un político.
Así que pensé en hablarles de emprender de forma positiva (pero también realista).
Sabía que los demás no iban a entrar ahí.
Llegó el día de la charla. Nos sentaron en la palestra y me tocó hablar al principio.
Por mí genial, me gusta hablar de las primeras, porque así luego puedes prestar atención al resto sin repasar mentalmente tu discurso.
Les hablé de mi experiencia y de lo que me gustaría que a mí me hubiesen dicho a mí en la universidad. Esas cosas que me hubiesen evitado dar tumbos.
Se lo conté como se lo contaría a un colega. No traía nada preparando.
Me hicieron algunas preguntas.
Respondí.
Me callé y empezaron los demás.
Venían todos con sus Power Point super elaborados, que no eran más que su curriculum con muchos iconitos y una forma absurda de presumir.
Que si estuve en tal multinacional, que si hice esto y lo otro. Las prácticas en tal país, regalar mi tiempo a cambio de CV y en mis ratos libres salvaba a los orangutanes escribiendo twits.
Era como el Linkedin pero en Power Point.
No sé por qué intentaban impresionar más que ayudar, pero aquello me pareció muy absurdo.
Para la gente que quiere ayudar y no intentar impresionar a nadie, mañana cuento cómo hacerlo en redes, aquí:
La membresía de ayudar y cobrar
Lorena S.