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Lo que me enseñó el peor trabajo del mundo

Si ves mi vida laboral es imposible no echarse a reir. 

Me rio ahora, pero en su momento me daban ganas de llorar. 

Son 4 páginas. 

4 p**** páginas de trabajos de uno o dos días en su gran mayoría. 

Mini curros de azafata y promotora vendiendo productos que ni me importaban ni creía que la gente necesitase. 

Ofreciendo regalos cutres que servían de gancho para los más incautos. 

No te voy a mentir, lo odiaba casi siempre. 

Pero hubo una vez…

Aquella vez si que pensé que tenía el peor trabajo del mundo. 

Lógicamente no es cierto, hay cosas peores, como trabajar en una mina, dedicarte a desatascar tuberías de aguas negras o ser colaborador del Sálvame. 

Pero aquella vez lo pasé mal. 

Era Navidad y tenía que vender gulas en un supermercado.

Tenía que vender un maldito palé de gulas y quedaba otro en el almacén. 

La gente venía a comprar langostinos que estaban de oferta. Y yo tenía como reclamo para las vender gulas mucho más caras, un misero folleto con 3 recetas. 

Allí estaba yo, en la zona de congelados en el mes de diciembre con una camisita porque no me dejaban poner otra cosa e intentando sonreir a la gente que me miraba con cara de «aparta que me tapas los langostinos». 

No vendía nada. 

Al día siguiente lo mismo, con la sútil diferencia de que los del súper en un supuesto despiste, me habían tirado los folletos y el stand. 

Y allí seguía yo, con las manos como témpanos de hielo, el olor a marisco y el dolor insufrible de espalda de estar de pie horas y horas. 

Bajo la atenta mirada del encargado de la pescadería, que de vez en cuando se pasaba a sugerirme que sonriese más y hablase con más gente. 

En la mitad del turno de tarde mi cabeza me dijo que no aguantaba más aquella basura. 

Me puse una chaqueta y me largue a la cafetería a por algo caliente. 

Al día siguiente me echaron y yo lo celebré.

Por fin podía dejar de fingir que aquello me importaba lo más mínimo. Y dejar de forzar la sonrisa. 

Lo de fingir no es lo mío, por eso alucino tanto con las redes sociales. 

De verdad que se pueden utilizar sin estar fingiendo lo que no es.

En serio. 

Podemos crear contenido que no parezca sacado de un cartel de Mr. Wonderful y tener una audiencia que nos compre. 

Podemos dejar de estar todo el tiempo pendientes de cada cosa que ocurre y aún así que nuestra estrategia siga funcionando. 

Podemos y debemos, dejar de fingir. 

¿Tiene lógica que una marca con unos valores y una ética esté fingiendo lo que no es? ¿Que entre a subir contenido a desgana cuando realmente no le gustan las redes sociales?

Hay otra forma de hacer las cosas y que dan mejores resultados. 

Menos esfuerzo, menos dedicación y menos postureo. 

El cómo te lo cuento el martes aquí: 

Membresía

Lorena S.

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